lunes, septiembre 10, 2007

Mala vida

Hay muchos tipos de vida. Entre otras, está la buena, en la que uno es feliz, vive en la (asquerosa) abundancia, y tiene todo lo que se propone, tanto material como intangible. Está la del currante, en la que uno se pasa la vida vendiendo su tiempo a las empresas para obtener (una mierda de) dinero a cambio. Está la vida del pobre. Está la vida del rey. Está la vida del atleta. Y también está la vida del mangante.

Y luego... luego está la vida del taco.

El taco es un elemento al que no otorgamos excesiva importancia en nuestras vidas, aunque en numerosas ocasiones necesitamos de sus servicios. Se usa el taladro, se abre la bolsita, se extrae el taco, se inserta en el agujero, se mete el tornillo, y a otra cosa mariposa pero, ¿alguna vez os habéis parado a pensar en la mala vida que lleva un taco?

Los tacos que sujetan una máquina de aire acondicionado son sin duda unos grandes sufridores (sobre todo en el caso de las máquinas 2x1). Junto a sus primos los tornillos, tienen que soportar un peso descomunal, sin que nadie les agradezca su labor. Raro es el caso en el que caemos en la cuenta de que ese mamotreto está sujeto a la pared gracias a esos cacharritos de plástico que, ahí dentro y en la más absoluta oscuridad, corren con la responsabilidad de que la enorme mole que sujetan no se precipite al vacío (en el mejor de los casos), o sobre la cabeza de algún peatón (en el peor de ellos).

Los tacos que sostienen los cuadros viven medianamente bien. No tienen que aguantar mucho peso, y se alojan cómodamente tumbados en su nicho, rellenos de una tímida escarpia a la que también se le prestó atención por primera y última vez cuando se colgó la pintura enmarcada. Me imagino a estos tacos ahí, recostados, sonriendo y fumándose un piti mientras tienen un brazo con el codo sobre el lecho y la mano apoyada en la cabeza.

Pero henos aquí, ¡ignorantes del sufrimiento que constántemente se vive sobre nuestras cabezas! Y es que, al taco al que yo daría el premio de "la peor vida que se puede llevar", le fué asignada la peor de las tareas asignables: ¡sujetar una lámpara de techo!

Entremos en detalles: El taco de la lámpara de techo es un pobre pedazo de plástico que, inocente y desconocedor de su terrible sino, fué insertado en un orificio en el techo de una vivienda. No os estoy hablando del clásico falso techo en el que metemos un taco de esos que se abren y reposan sobre la superficie de la escayola, no, me refiero al duro techo que requiere de grandes esfuerzos para ser perforado. La típica bovedilla de turno, de generoso grosor, que yace sobre las vigas de nuestras casas.

A este pobre taco se le "endiñó" la tarea de sujetar, con la colaboración de un igualmente sufrido tornillo, el peso "a pulso" de una recargada lámpara de techo de salón. Creedme cuando os digo que sufro pensando en esos tacos, ahí, veinticuatro horas al día, sin descanso, con los brazos y piernas apoyadas con fuerza contra las redondas paredes de su estrecha morada, sudando a chorros, pensando "se me escurre, se me escurre", y esperando que llegue el momento en el que alguien venga a retirar ese "peso muerto" del que le hicieron responsable al más puro estilo "sujeta ahí, que enseguida vuelvo". Nada de cómodas posiciones horizontales, ni de la suerte del apoyo en la pared "de arriba", como en el caso de los tacos del aire acondicionado, no. Estamos hablando del taco de plástico VS la ley de la gravedad en su estado puro.

Llegados a este punto diré que, por su inconmensurable esfuerzo y poco reconocimiento que en realidad tienen, y agradeciendo su imprescindible labor, rindo homenaje a estos tacos con este extenso (a la par que extraño) post, en esta calurosa noche de verano, justo antes de irme a dormir.

Tacos de las lámparas del salón: Va por vosotros!!!

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