jueves, junio 07, 2007

Sueños, imaginación, edad y otras cosas de las que ya no me acuerdo

En una conversación con unos compañeros de trabajo salió el tema de los sueños. Uno de ellos, que con toda seguridad desea permanecer en el anonimato, habló sobre los sueños lúcidos, y me recordó la época de mi vida en la que tenía ese tipo de sueños, y disfrutaba realmente de ellos: la niñez.

Y es que cuando el de la foto de arriba a la derecha (del blog) era un crío, tenía la curiosa habilidad de hacer lo que le diera la gana en gran parte de sus sueños. La típica pesadilla que te da la nochecita era todo un bromazo, pues podías convertir al mismísimo Conde Drácula en el vampirillo que contaba números en Barrio Sésamo, salir volando, cambiar la ubicación del sueño, o cualquier otra cosa que se te ocurriese. Vamos, que los sueños eran todo un placer, puesto que siempre te salías con la tuya.

Con el tiempo todo eso se fue perdiendo, al igual que otras mágicas cualidades (y no, no me estoy refiriendo a la potencia sexual que se tiene cuando se es un chaval de dieciocho añetes XD), como la capacidad para (ojo que esto es rarito) recapitular, tumbado en la cama a oscuras, e intentar recordar el hilo de pensamientos que me había llevado hasta llegar al de "voy a intentar contar cuántos paréntesis he abierto hasta llegar aquí". El número solía ser de siete, y os aseguro que me costaba un esfuercito llegar a ello, fundamentalmente por que este ejercicio sólo se me venía a la cabeza precisamente cuando no tenía intención de llevarlo a cabo, por lo que no había intentado memorizar los pensamientos.

También tenía una capacidad (para mi) increíble para todo lo que estuviera relacionado con la tecnología. Se que no soy el único, esto es, no estoy alardeando de ello sino mencionándolo, pero estoy convencido de que con los conocimientos que hoy tengo (que como todo el mundo sabe, cuanto más aprendes, menos conoces), y el potencial imaginativo que tenía cuando era un niño, seguramente podría llevar a cabo proyectos hiper-ultra-mega-super-complejos sin el menor problema.

La música era otra cosa para la que tenía gran facilidad en todos los sentidos. Recordaba todos los nombres de las formaciones que escuchaba en los programas de radio, componía mis propias canciones, y las llevaba a la práctica con los peores medios que podáis imaginar (bueno, no tanto, pero casi casi). Mi generación no tuvo ordenadores con capacidades "multimedia", así que había que apañarse con teclados chiquitajos, y el uso recurrente del "Mic In" y el REC de lo que antaño llamábamos "cadena de música". Como no sabía solfeo, ni técnica alguna, yo preparaba mis propios patrones en papel, como si de un tracker se tratase, para luego interpretar, siempre en directo y pista por pista, todas y cada una de las notas que debía incorporar a la canción. El resultado fue una cinta llena de temas a la que llamé "DestiNación", cuya calidad dejaba (algo más que) mucho que desear.

Hoy me siento ante el PC, con un teclado MIDI, un secuenciador de los de quitarse el sombrero, Internet para conseguir samples, miles de herramientas para generar sonidos propios, y una sala cómoda en la que eyacular ideas, y no soy capaz de poner en práctica esa melodía que, de camino a casa desde el trabajo, he empezado a componer en mi cabeza, aún después de haberla silbado hasta llegar al PC.

Podría mencionaros varios motivos más por los que he llegado a la conclusión de que, a la edad de treinta y dos años, el potencial de un epyblast común ha disminuido tremendamente con respecto a si mismo, quince años atrás, pero en lugar de eso os contaré por qué creo yo que eso ocurre, y es que con los años, uno pierde la capacidad de imaginar, y con la imaginación se va a tomar por el culo todo lo demás. En resumidas cuentas, de niño tus neuronas están en constante ebullición. Se forman miles y miles de sinapsis diariamente, y cuando tu red melonar neuronal alcanza un nivel de energía estable, estás en la puta madurez, y te queda el conocimiento justo para no cagarte con la tapa del WC bajada.

Eso si, algo que no he perdido por el camino es una cualidad (no capacidad), que tenemos la mayoría, y es aquello de levantarte por la mañana, y cuando tu pareja (o quien coños duerma contigo) te habla, tú le sueltas un rollo infumable, y a la par que le sueltas la parrafada, te empiezas a dar cuenta de la soberana estupidez que estás diciendo, y es que tus sueños acaban de irrumpir en la realidad, haciéndote escupir idioteces que en el mundo de los despiertos carecen de sentido, aunque podrías jurar que un minuto antes todo eso era el producto de un pensamiento brillante, y bien argumentado. Por si todavía no sabéis de qué hablo, me estoy refiriendo a eso de -"tu, cabronazo, ¿te has lavado ya los güevos?" -"no me ha dado tiempo todavía a lavármelos por que en realidad los elefantes intentaban cruzar la luz de mil estrellas", seguido de un (para tus adentros) -"¿qué coños acabo de decir?", y luego un (a ella) -"ni caso, que estoy sobao".

Comments:
Todo esto que comentas es muy interesante pero, aprovechando el inminente Guarros, te comentaré qué me parece entre oreja y patatilla.

Wasayoooooooooo!!!!!!
 
Juseeeeeee, que tiempo aquellos de nuestra niñez ehhh, joder y parece que fue ayer cuando nos ibamos al rio, con el radio-cassete grande a mas no poder, ha escuchar a los 242, deciamos frases como a fundirrrrr y esas anecdotas en la casa de Esme. Todas esas cosas forman parte de nuestro pasado y como bonitos recuerdos ahi estaran, hala te digo una cosa, eso solo lo hemos vivido nuestra generacion y como parte de ella te tienes que sentir afortunado, cuantos niños de hoy en dia tienen la niñez que tuvimos nosotros????, cuantos niños ves jugando todos juntos a las chapas, o a la peonza....venditos recuerdos.Josele.
 
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